Carthago Spartario, una plaza fuerte bizantina
Jaime Vízcaino Sánchez
2019
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Carthago Spartaria,
una plaza fuerte bizantina
Jaime Vizcaíno Sánchez
Área de Arqueología – Universidad de Murcia
Durante las dos últimas décadas, la investigación arqueológica en el extremo sudoriental de la Carthaginiensis
ha ido poniendo de manifiesto un particular proceso de
«reviviscencia» urbana a partir de mediados del siglo vi.
Esta «reactivación» de diversos asentamientos del sureste y levante hispanos se plasma, sobre todo, en torno a
dos de los principales vectores de la dinámica urbana en
este periodo: la cristianización de su topografía y la fortificación de sus recintos. Buena prueba de ello son dos
civitates episcopales, Eio y Begastri, donde ambos fenómenos, el religioso y el militar, constituyen, además, un
binomio indisoluble, en tanto baluartes desde los que
el Reino visigodo de Toledo planificaba hacer frente a
las también sedes episcopales en manos bizantinas, de
Carthago Spartaria e Ilici. De hecho, al calor del conflicto
grecogótico, se documentan los esfuerzos desplegados
◁ Selección de materiales cerámicos y vítreos del relleno de una fosa
de época bizantina (UE 32080) del barrio de la arx Hasdrubalis.
Fotografía: B. del Ordi.
en toda otra serie de núcleos como el Cerro de la Almagra
o València la Vella. En particular, el fenómeno adquiere
una especial envergadura en el área valenciana, territorio
«de frontera» donde, junto a la construcción de nuevas
estructuras defensivas, se reconoce una verdadera «visigotización», no tan solo «teórica», en tanto preocupación
del reino toledano por esta zona, sino incluso «fáctica»,
que implica el despliegue de un contingente de población visigoda. Aunque se trata de un tema que aún suscita
controversia —en buena parte por los «excesos etnicistas»
de épocas pasadas felizmente superadas y la necesaria
«desideologización» de la historia y la arqueología de esta
etapa—, las evidencias que aporta la investigación parecen incontestables. No en vano, corremos el riesgo, en el
intento de evitar volver a caer en la manipulación que del
visigotismo se hizo por parte de las corrientes pangermanistas y, de forma concreta, por el régimen franquista, de
tratar de «reinterpretar» los datos de forma torticera, en el
tan típico y erróneo movimiento pendular en el que suele
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desembocar parte la historiografía cuando se ve influen-
la posibilidad de reconocer arqueológicamente la pre-
ciada por prejuicios de uno u otro signo.
sencia de los milites romani en suelo hispano.
Hoy, la arqueología nos muestra cómo, a partir de
A este respecto, un análisis «desapasionado» de la
mediados del siglo vi, el área valenciana experimenta no
documentación textual y arqueológica nos muestra la rea-
solo la ya aludida «fortificación», sino también cambios en
lidad multiforme de la ocupación bizantina de parte de la
los patrones de ocupación residenciales y, muy especial-
costa hispana meridional y su inmediato hinterland. De la
mente, funerarios. Se registran nuevas modalidades de
misma forma que a esos «hostes barbaros» mencionados
enterramiento, cambiantes ajuares o incluso diferencias
en la famosa inscripción de Comitiolus va siendo posible
antropológicas. Que las fuentes textuales nos informen,
«poner cara», también las «Romanas insolentias» (Isid.
además, de una creciente onomástica de origen germáni-
Hisp., Hist. Goth., 54) que se nos refieren desde el lado tole-
co, no es sino otra prueba más de que, tras esos cambios,
dano, comienzan a cobrar sentido más allá del relato de las
se encuentra la llegada creciente de población visigoda.
fuentes. Conviene, con todo, no minusvalorar ningún testi-
La numismática contribuye a explicarnos la causalidad de
monio, pues, a fin de cuentas, solo tejiéndolos, sin obviar
este proceso, con ocultaciones monetales y cecas abiertas
ninguno de ellos, es cómo conseguiremos una aproxima-
para el pago de contingentes desplegados por todo el te-
ción lo más veraz posible al «episodio» bizantino.
rritorio, ante la necesidad de repeler la amenaza bizantina
En este sentido, en primer lugar, es necesario recordar
por tierra, en la zona alicantina, o por mar, en las Baleares.
que la presencia de los milites se inserta, precisamente, en
En este estado de cosas, sin embargo, del mismo
el despliegue de tropas por parte de Justiniano de cara a re-
modo que el conflicto grecogótico se va perfilando desde
conquistar los antiguos territorios romanos de Occidente.
el lado visigodo, apenas se intuye desde la zona bizanti-
Se trata de una empresa que en Hispania aqueja el desgas-
na, planteándose la aparente paradoja de que los esfuer-
te de las operaciones en África e Italia, así como la reanuda-
zos desplegados por Toledo parecen hacer frente a una
ción de las hostilidades en el frente realmente más perni-
amenaza inexistente. Han influido en ello también los
cioso para el Imperio, el oriental. Acompaña a ello todo un
mencionados cambios historiográficos que, en el ya re-
corolario «funesto», que va desde otras amenazas militares,
ferido peligroso movimiento pendular, han pasado a ha-
al impacto de la epidemia de peste o sucesivas catástrofes
blar de una Spania que cubría casi todo el sur peninsular,
naturales, y un último factor, consecuencia y, a su vez, cau-
llegando hasta Corduba e incluso abarcando el Algarve,
sa de otros tantos, como es la preocupante situación de las
a postular una presencia bizantina casi anecdótica. En
arcas del Imperio. En este marco, la ocupación de la Spania
lo material, los vaivenes no han sido menores, de modo
bizantina no fue tanto «colofón» como sí «canto de cisne»
que, de unas sempiternas influencias bizantinas irradia-
de la Renovatio Imperii justinianea, lo que no impide que
das desde Spania al reino toledano, se ha pasado a negar
en ella encontremos phrouria como el de Septem, de cuya
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fortificación da cuenta Procopio en su De Aedificiis (VI,7,16),
cosa en el marco de una ocupación militar que, volvamos
a una fortissima civitas como Asidona (Ioha. Bicl., Chron. ad
a recordarlo, es fruto de una conquista y se mantiene, pre-
a. 571.3). Que ya con el mismo monarca, Atanagildo, que
cisamente, por un despliegue defensivo.
facilitó la entrada de los soldados justinianeos y sancionó
Hasta hace poco, no disponíamos más que de este
su estancia, comiencen las hostilidades a mediados del si-
epígrafe para referirnos a las murallas tardías de Cartagena.
glo vi y que éstas se prolonguen siete décadas más hasta
Hoy, en cambio, nuevas excavaciones comienzan a pro-
el reinado de Suintila c. 625 (Isid. Hisp., Etym. XV, I, 67-68),
porcionarnos su evidencia material. De este modo, en la
nos muestra que el «enemigo bizantino», por más que no
cima del cerro del Molinete, la arx Hasdrubalis citada por
mostrase en el frente hispano toda la potencia que cabe
Polibio (X, 10, 9), se ha podido documentar cómo la anti-
presumir al Imperio, tampoco puede pasar por un peligro
gua muralla republicana acasamatada, construida a su vez
«menor». No se trata de negar que los recursos destinados
sobre una preexistente cerca púnica, sigue utilizándose
a la empresa restauradora fueran precarios, pues los mis-
hasta época tardía mediante remodelaciones que abarcan
mos cálculos que se realizan de acuerdo con el testimonio
desde la amortización y obliteración de ciertos sectores, al
de Agatías (V 13, 7-8), indican que a la altura del año 559,
recrecido y refuerzo de otros. Entre otros factores, aboca a
no más de cinco mil efectivos se destinarían a Spania. Con
ello la particular orografía de la urbe, que, emplazada entre
todo, por escasa que fuera la movilización, seamos cons-
cinco colinas, ha jugado con tales condicionantes a lo lar-
cientes que ésta fue «cambiante» como las mismas cir-
go de su historia. Esa misma razón, de hecho, motiva que,
cunstancias del Imperio y, en cualquier caso, no una ame-
al igual que el cerco tardío fosiliza los de época púnica y
naza «fantasma», como cierto sector de la investigación
romana, ellos sean, a su vez, finalmente reemplazados por
parece empeñado en demostrar. La presencia del magister
las defensas del siglo xvi. Hemos de tener en cuenta, a este
militum ya referido, Comitiolus, y los sucesos que acompa-
respecto, que la disposición topográfica es idónea, ya que
ñan su actividad en Spania, insisten en ello.
se sitúa en la cota más elevada del flanco septentrional del
Precisamente, uno de los documentos más va-
cerro del Molinete y, así, a más de treinta metros de altitud
liosos sobre este patricius missus a Mauricio Aug(usto)
sobre el nivel de la laguna interior que delimitaba la ciu-
contra hostes barbaros, es el epígrafe que nos recuerda
dad por el norte. Tal configuración o la fuerte inclinación
su intervención en las murallas de Carthago Spartaria.
de la pendiente en esta zona de la colina, con un abrupto
Aunque la habitual retórica de este tipo de textos nos im-
cambio de nivel, contribuyen a explicar la notable vigencia
pide discernir la verdadera envergadura de la obra edili-
del trazado. Por otra parte, también la reutilización impli-
cia que se conmemora en el 589-590, queda claro que la
caba la posibilidad de aprovechar desde los mismos para-
Administración imperial concentró sus atenciones en las
mentos y/o, al menos, su material. No en vano, se trata de
fortificaciones. No en vano, tampoco cabe esperar otra
dinámicas comunes en la poliorcética tardía, como vemos
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
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MAR MEDITERRÁNEO
Límites hipotéticos
Ciudad Altoimperial
Límites hipotéticos
Ciudad ss. iii-iv dC
Niveles de ocupación /
Materiales descontextulizados
Enterramientos aislados iii-iv dC
Necrópolis ss. v-viii dC
Carthago Spartaria entre los siglos IV y VII, con indicación de su necrópolis
oriental, zona habitada y posible trazado de su perímetro amurallado. En la cima
de la arx Hasdrubalis se señaliza el paño excavado
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en la Cartago africana o en Sucidava, por citar ejemplos
de diverso marco territorial, o igualmente, en Hispania, en
ciudades como Barcino, Legio VII, Emerita, entre otras. En
el caso concreto del escenario del conflicto grecogótico
podemos añadir además el Tolmo de Minateda, donde su
baluarte se construye en paralelo a las murallas anteriores.
En conjunto, tal reaprovechamiento es común en la edilicia tardía y, especialmente, en la de tipo militar, donde
la propia Administración la recomienda ya en el año 397
(Cod. Theod., XV, 1, 36). Cabe destacar incluso, que una de
las fuentes primordiales para la poliorcética bizantina, el
anónimo De re strategica (X, 3), datado a finales del siglo vi,
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
Planimetría de las fortificaciones de la cima de la arx
Hasdrubalis. En color marrón se indican los muros
pertenecientes a la etapa bizantina.
Archivo gráfico del Proyecto Arx Hasdrubalis
«prescribe» la utilización de piedras ya talladas cuando estas estuvieran disponibles.
Este nuevo cerco tardío de la cima de la arx Hasdrubalis
se vertebra en torno al eje longitudinal al que se acoplan
las sucesivas murallas. De oeste a este, el paño conservado,
que integra sendos muros paralelos, se dispone en una situación avanzada respecto a la muralla republicana. A continuación, se pliega hacia el sur, superponiéndose al forro
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septentrional de la fortificación romana. Al resguardo de
en la costa de la antigua Cilicia. También el relleno incluía
éste, ahora recrecido, se conforman nuevas estancias, una
un contenedor de origen ibicenco, identificado reciente-
de ellas, conectada directamente con él, y otras, trabadas a
mente como tipo RE-0103, que floruit durante la segunda
su vez con aquella. De este modo, se delinea un pequeño
mitad del siglo vi. Es necesario, igualmente, destacar un
conjunto de habitáculos dispuestos en batería, que cuen-
amplio repertorio de cerámicas de cocina de producción
tan con planta alargada, aproximadamente rectangular,
local, que, junto a restos faunísticos, nos muestra cómo, en
y anchura variable. Tal planificación, el adosamiento a la
esta zona de la muralla, junto al almacenamiento, se daría
muralla de toda una serie de compartimentos en batería,
el preparado y consumo alimenticios.
en tanto posibles casermas utilizadas como barracones
En cualquier caso, hay que ser cautos a la hora de
para la guarnición o sus pertrechos, es común en la polior-
extrapolar los datos de este tramo documentado al resto
cética tardía. Ocurre así, por ejemplo, en la fortaleza nortea-
del perímetro amurallado de la urbe. Aquí, la refacción de
fricana de Thamugadi, construida entre los años 539-540, o
la muralla romano-republicana de casernas, con el recre-
en la balcánica de Biograc, donde algunas de las estancias
cido de muros y la erección de nuevas estancias, posible-
se habilitan como cisternas para el aprovisionamiento hí-
mente ha de tenerse como una solución específica, pun-
drico, vital, sobre todo, en caso de asedio.
tual, concebida para este sector concreto de la topografía
Desde el punto de vista constructivo, la muralla ahora
de Carthago Spartaria. La situación relativamente «margi-
documentada se erige con piedras calizas, esquistos, costra
nal» de este flanco noroccidental, distante de las calzadas
de calizas y areniscas de mediano y gran tamaño, trabadas
y los accesos a la ciudad, que bordea un marjal, o su pro-
con barro, materiales y técnica que revelan cierta funcio-
tección natural por la propia pendiente de la colina, son
nalidad y modestia edilicia. Para su erección, se excavaron
condicionantes que hay que tener en cuenta, en tanto
toda una serie de trincheras destinadas a recolectar spolia.
que inducen a pensar en el posible recurso a soluciones
Tales zanjas y fosas, cumplida su función originaria, fueron
funcionales, desprovistas de la prestancia arquitectónica
normalmente obliteradas mediante el vertido de residuos.
y, de algún modo, el aparato «escenográfico» que hemos
En este sentido, precisamente es uno de estos contextos de
de presumir para tramos más céntricos en la topografía
vertido, el que amortiza un antiguo colector, uno de los que
urbana. Qué duda cabe, en este sentido, que el lienzo
ha proporcionado un lote más singular para complementar
descrito poco tendría que ver con la puerta y el paño que
la datación del cerco y conocer el carácter de la ocupación
la rodeaba, objeto de atención en 589-590 por parte del
de estas estructuras aledañas a la muralla. Así, en él desta-
patricius Comenciolus, magister militum Spaniae, donde,
ca el contenedor oriental LRA 1 / Keay LIII, en concreto una
como se nos refiere, «quisquis ardua turrium miraris cul-
de sus variantes más tardías, el tipo LRA 1B1, que se produ-
mina», en un verdadero despliegue propagandístico para
ce sobre todo a partir de un momento avanzado del siglo vi
que «sic semper Hispania tali rectore laetetur» (CIL II 3420).
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Sea como fuere, excavaciones desarrolladas en otros
no norte de África, Tripoli, Sabratha o Leptis Magna. No hay
puntos de la ciudad nos ayudan a manejar ciertas hipó-
que perder de vista tampoco que la misma Administración
tesis, si no de la materialidad, al menos sí del recorrido
imperial (CI I, 27, 2y 14) recomienda la reducción del perí-
del perímetro fortificado. Para ello ha sido determinante
metro fortificado para optimizar los esfuerzos defensivos.
la documentación de una amplia necrópolis en el sec-
En el interior de este recinto habitado, los proyec-
tor sudoriental de Carthago Spartaria, sobre un antiguo
tos de excavación, investigación y museización del Teatro
barrio altoimperial ya abandonado en el siglo ii dC. Su
Romano de Cartagena y del Cerro Molinete, nos han permi-
envergadura, con más de doscientos enterramientos,
tido obtener una abundante información sobre la ocupa-
nos muestra su necesario emplazamiento extra moenia.
ción de la ciudad en época bizantina. Por cuanto sabemos,
Aunque ya previamente la investigación había mostrado
el barrio construido sobre el antiguo edificio de espectá-
el abandono a partir del siglo ii dC de la mitad oriental
culos pudo servir para el servicio y quizá, incluso residen-
de la antigua urbe, con la consecuente retracción del área
cia de la guarnición desplegada en Carthago Spartaria.
habitada al espacio más cercano al puerto, la zona com-
Tengamos en cuenta que este barrio surge en la ladera del
prendida entre los cerros de la Concepción y Molinete, el
cerro más elevado de Cartagena, en torno al cual ha gravi-
surgimiento de esta necrópolis a partir del siglo v ratifica
tado ancestralmente la defensa de la ciudad, como mues-
tales cambios. En la misma dirección, la propia topografía
tra aún hoy día el castillo y las murallas de época medieval.
de Cartagena hace de la línea comprendida entre las ex-
Entre los diferentes hallazgos, junto a puntas de fle-
tremidades orientales de los citados cerros, dejando fue-
cha del conocido como tipo ávaro, sobresale el de una co-
ra la necrópolis del Barrio Universitario, el lugar óptimo
raza de tipo laminar, recuperada en el nivel de abandono
para su defensa. No en vano, las sucesivas fortificaciones
posterior a la destrucción identificada con la conquista de
de época moderna han seguido el mismo recorrido sin
la ciudad por parte de las tropas del rey visigodo Suintila,
apenas variaciones, circunstancia que también ha pesa-
ca. 625. El material cerámico documentado en la habita-
do en el profundo desmantelamiento de las cercas prece-
ción donde se localizó o en el conjunto de estancias del
dentes y, así, en cierta «invisibilidad» arqueológica.
que formaba parte ésta, refuerza tal fecha, que integra
En este sentido, aunque en este flanco aún no se ha
algunas de las formas más habituales de la TSA-D (Hayes
documentado la muralla, es incontestable la reducción del
99 B/C, 91 D, 100, 101, y 106), ánforas norteafricanas (Keay
perímetro fortificado, que, acoplado a la zona habitada, su-
LXI, spatheia), orientales (LRA 1/Keay LIII), ibicencas (Keay
pone que el recinto pase de cerca de cuarenta hectáreas a
LXXIX / RE-0314b) o cerámicas de cocina de producción
prácticamente la mitad. Tal proceso de contracción y con-
local, lucernas tunecinas (Atlante XA1a / Hayes IIB) o LRU
siguiente repliegue defensivo es común a otras ciudades
orientales. De hecho, es precisamente a partir de finales del
como Egitania, Conimbriga o Italica, o en el caso del cerca-
siglo vi cuando se extiende este tipo de protección de ori-
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
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Selección de lamellae de la coraza laminar
recuperada en el barrio de época bizantina
instalado sobre el teatro romano de
Cartagena. (Imagen: J. Vizcaíno)
gen oriental entre los milites romani, mas sobre todo, entre
oficiales y miembros de la caballería pesada, no ya así a la
infantería. Su configuración y ejecución, producto exclusivo de las fabricae imperiales (Nov. Iust. 85, 4), muestran las
diferencias respecto al armamento de los hostes barbaros
visigodos, recuperado en yacimientos como Sant Julià de
Ramis o Puig Rom. Este tipo de coraza militar se documenta, por lo demás, en otros lugares incluidos en el despliegue militar que conlleva la Renovatio Imperii, y que se datan
a partir de un momento avanzado del siglo vi, como Caricin
Grad, Svetinja, Jelica, o Crypta Balbi.
También reviste singular interés una pieza vítrea, un
cuerno para beber (Isings 113), cuya difusión se limita hasta
el siglo vi a la Europa centro-septentrional, con una con162 /
centración casi exclusiva en el área germánica. A partir de
estos momentos, si nos atenemos al ámbito italiano, tanto
a la zona longobarda como bizantina, parece darse, sobre
todo, en ámbitos vinculados a las élites. Todo ello abre numerosos interrogantes a su registro en el barrio del teatro
romano de Cartagena, único lugar junto a Segóbriga donde, por ahora, se documenta. El carácter del primero, donde es posible presumir cierta impronta castrense, podría
informarnos, entre otras posibilidades, sobre la presencia
de cuadros oficiales entre sus moradores.
Las recientes excavaciones en el cerro del Molinete
también han documentado otro barrio de época bizantina, con un patrón material bastante similar. En este caso,
el complejo surge en la ladera meridional de la colina,
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protegido, por tanto, por la muralla antes referida que se
sitúa en su cima. El nuevo barrio, levantado sobre las insulae aledañas al foro, revela una predominante orientación
artesanal, con instalaciones como una herrería o una alfarería, construidas mediante la compartimentación del denominado «Edificio del Atrio». Los contextos recuperados
en su interior ilustran sobre la ocupación de la ciudad durante los siglos vi y vii. Así, en el caso de la cerámica, existe
un predominio de las importaciones africanas, dinámica,
por otro lado, poco «sorpresiva», en tanto que la provincia
africana es precisamente el verdadero baluarte de la presencia bizantina en el Mediterráneo occidental.
Entre las importaciones tunecinas sobresalen los
grandes contenedores cilíndricos Keay LXI y LXII, así como
Nivel de destrucción de la habitación nº 20 del barrio de época
bizantina levantado sobre el teatro romano de Cartagena.
Archivo gráfico del Museo del Teatro Romano de Cartagena.
los spatheia, que, en virtud de su presencia constante en
los yacimientos incorporados en el marco de la Renovatio
Las ánforas, sobre todo tunecinas y, en menor medida,
Imperii justinianea, y de modo especial, en la región da-
ibicencas y orientales, aparecen aplastadas contra el sue-
nubiana y asentamientos de naturaleza militar, se han re-
lo, mostrando concomitancias con el nivel de destrucción
lacionado con el aprovisionamiento de las tropas bizan-
hallado en el barrio del teatro romano, que se identi-
tinas. Este mismo valor se atribuye a otros contenedores
fica con la toma visigoda de la ciudad por las tropas de
orientales, en algún caso documentados por primera vez
Suintila c. 625. Con ello, en la actualidad, diferentes pun-
en la ciudad, como el Samos cistern type. Se trata de de-
tos del solar urbano muestran que tales acciones destruc-
pósitos cerámicos que, considerando los fletes de aceite,
tivas no fueron episódicas, por lo que cobra más fuerza
vino y otras mercancías que debieron transportar, consti-
la posibilidad de identificarlas con el desenlace relatado
tuyen posiblemente el más claro reflejo material del res-
por las fuentes. La propia envergadura de la conquista
tablecimiento de una suerte de annona para el sosteni-
visigoda, que la deja sumida in desolationem (Isid. Hisp.,
miento de los milites romani, independientemente de su
Etym. XV, I, 67-68), así como que tras ella los indicios de
acuartelamiento en ciudades o castra.
ocupación sean muy tenues, son otros factores, junto a
Recientemente, sobre el amortizado Iseum, también
los ya enumerados, que insisten en el carácter de plaza
se ha podido documentar el nivel de abandono de un al-
fuerte de la Carthago Spartaria ocupada por las tropas
macén anfórico, datado en el primer cuarto del siglo vii.
bizantinas entre los siglos vi y vii.
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Carthago Spartaria,
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Jaime Vizcaíno Sánchez
Área de Arqueología – Universidad de Murcia
Durante las dos últimas décadas, la investigación arqueológica en el extremo sudoriental de la Carthaginiensis
ha ido poniendo de manifiesto un particular proceso de
«reviviscencia» urbana a partir de mediados del siglo vi.
Esta «reactivación» de diversos asentamientos del sureste y levante hispanos se plasma, sobre todo, en torno a
dos de los principales vectores de la dinámica urbana en
este periodo: la cristianización de su topografía y la fortificación de sus recintos. Buena prueba de ello son dos
civitates episcopales, Eio y Begastri, donde ambos fenómenos, el religioso y el militar, constituyen, además, un
binomio indisoluble, en tanto baluartes desde los que
el Reino visigodo de Toledo planificaba hacer frente a
las también sedes episcopales en manos bizantinas, de
Carthago Spartaria e Ilici. De hecho, al calor del conflicto
grecogótico, se documentan los esfuerzos desplegados
◁ Selección de materiales cerámicos y vítreos del relleno de una fosa
de época bizantina (UE 32080) del barrio de la arx Hasdrubalis.
Fotografía: B. del Ordi.
en toda otra serie de núcleos como el Cerro de la Almagra
o València la Vella. En particular, el fenómeno adquiere
una especial envergadura en el área valenciana, territorio
«de frontera» donde, junto a la construcción de nuevas
estructuras defensivas, se reconoce una verdadera «visigotización», no tan solo «teórica», en tanto preocupación
del reino toledano por esta zona, sino incluso «fáctica»,
que implica el despliegue de un contingente de población visigoda. Aunque se trata de un tema que aún suscita
controversia —en buena parte por los «excesos etnicistas»
de épocas pasadas felizmente superadas y la necesaria
«desideologización» de la historia y la arqueología de esta
etapa—, las evidencias que aporta la investigación parecen incontestables. No en vano, corremos el riesgo, en el
intento de evitar volver a caer en la manipulación que del
visigotismo se hizo por parte de las corrientes pangermanistas y, de forma concreta, por el régimen franquista, de
tratar de «reinterpretar» los datos de forma torticera, en el
tan típico y erróneo movimiento pendular en el que suele
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la posibilidad de reconocer arqueológicamente la pre-
ciada por prejuicios de uno u otro signo.
sencia de los milites romani en suelo hispano.
Hoy, la arqueología nos muestra cómo, a partir de
A este respecto, un análisis «desapasionado» de la
mediados del siglo vi, el área valenciana experimenta no
documentación textual y arqueológica nos muestra la rea-
solo la ya aludida «fortificación», sino también cambios en
lidad multiforme de la ocupación bizantina de parte de la
los patrones de ocupación residenciales y, muy especial-
costa hispana meridional y su inmediato hinterland. De la
mente, funerarios. Se registran nuevas modalidades de
misma forma que a esos «hostes barbaros» mencionados
enterramiento, cambiantes ajuares o incluso diferencias
en la famosa inscripción de Comitiolus va siendo posible
antropológicas. Que las fuentes textuales nos informen,
«poner cara», también las «Romanas insolentias» (Isid.
además, de una creciente onomástica de origen germáni-
Hisp., Hist. Goth., 54) que se nos refieren desde el lado tole-
co, no es sino otra prueba más de que, tras esos cambios,
dano, comienzan a cobrar sentido más allá del relato de las
se encuentra la llegada creciente de población visigoda.
fuentes. Conviene, con todo, no minusvalorar ningún testi-
La numismática contribuye a explicarnos la causalidad de
monio, pues, a fin de cuentas, solo tejiéndolos, sin obviar
este proceso, con ocultaciones monetales y cecas abiertas
ninguno de ellos, es cómo conseguiremos una aproxima-
para el pago de contingentes desplegados por todo el te-
ción lo más veraz posible al «episodio» bizantino.
rritorio, ante la necesidad de repeler la amenaza bizantina
En este sentido, en primer lugar, es necesario recordar
por tierra, en la zona alicantina, o por mar, en las Baleares.
que la presencia de los milites se inserta, precisamente, en
En este estado de cosas, sin embargo, del mismo
el despliegue de tropas por parte de Justiniano de cara a re-
modo que el conflicto grecogótico se va perfilando desde
conquistar los antiguos territorios romanos de Occidente.
el lado visigodo, apenas se intuye desde la zona bizanti-
Se trata de una empresa que en Hispania aqueja el desgas-
na, planteándose la aparente paradoja de que los esfuer-
te de las operaciones en África e Italia, así como la reanuda-
zos desplegados por Toledo parecen hacer frente a una
ción de las hostilidades en el frente realmente más perni-
amenaza inexistente. Han influido en ello también los
cioso para el Imperio, el oriental. Acompaña a ello todo un
mencionados cambios historiográficos que, en el ya re-
corolario «funesto», que va desde otras amenazas militares,
ferido peligroso movimiento pendular, han pasado a ha-
al impacto de la epidemia de peste o sucesivas catástrofes
blar de una Spania que cubría casi todo el sur peninsular,
naturales, y un último factor, consecuencia y, a su vez, cau-
llegando hasta Corduba e incluso abarcando el Algarve,
sa de otros tantos, como es la preocupante situación de las
a postular una presencia bizantina casi anecdótica. En
arcas del Imperio. En este marco, la ocupación de la Spania
lo material, los vaivenes no han sido menores, de modo
bizantina no fue tanto «colofón» como sí «canto de cisne»
que, de unas sempiternas influencias bizantinas irradia-
de la Renovatio Imperii justinianea, lo que no impide que
das desde Spania al reino toledano, se ha pasado a negar
en ella encontremos phrouria como el de Septem, de cuya
156 /
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fortificación da cuenta Procopio en su De Aedificiis (VI,7,16),
cosa en el marco de una ocupación militar que, volvamos
a una fortissima civitas como Asidona (Ioha. Bicl., Chron. ad
a recordarlo, es fruto de una conquista y se mantiene, pre-
a. 571.3). Que ya con el mismo monarca, Atanagildo, que
cisamente, por un despliegue defensivo.
facilitó la entrada de los soldados justinianeos y sancionó
Hasta hace poco, no disponíamos más que de este
su estancia, comiencen las hostilidades a mediados del si-
epígrafe para referirnos a las murallas tardías de Cartagena.
glo vi y que éstas se prolonguen siete décadas más hasta
Hoy, en cambio, nuevas excavaciones comienzan a pro-
el reinado de Suintila c. 625 (Isid. Hisp., Etym. XV, I, 67-68),
porcionarnos su evidencia material. De este modo, en la
nos muestra que el «enemigo bizantino», por más que no
cima del cerro del Molinete, la arx Hasdrubalis citada por
mostrase en el frente hispano toda la potencia que cabe
Polibio (X, 10, 9), se ha podido documentar cómo la anti-
presumir al Imperio, tampoco puede pasar por un peligro
gua muralla republicana acasamatada, construida a su vez
«menor». No se trata de negar que los recursos destinados
sobre una preexistente cerca púnica, sigue utilizándose
a la empresa restauradora fueran precarios, pues los mis-
hasta época tardía mediante remodelaciones que abarcan
mos cálculos que se realizan de acuerdo con el testimonio
desde la amortización y obliteración de ciertos sectores, al
de Agatías (V 13, 7-8), indican que a la altura del año 559,
recrecido y refuerzo de otros. Entre otros factores, aboca a
no más de cinco mil efectivos se destinarían a Spania. Con
ello la particular orografía de la urbe, que, emplazada entre
todo, por escasa que fuera la movilización, seamos cons-
cinco colinas, ha jugado con tales condicionantes a lo lar-
cientes que ésta fue «cambiante» como las mismas cir-
go de su historia. Esa misma razón, de hecho, motiva que,
cunstancias del Imperio y, en cualquier caso, no una ame-
al igual que el cerco tardío fosiliza los de época púnica y
naza «fantasma», como cierto sector de la investigación
romana, ellos sean, a su vez, finalmente reemplazados por
parece empeñado en demostrar. La presencia del magister
las defensas del siglo xvi. Hemos de tener en cuenta, a este
militum ya referido, Comitiolus, y los sucesos que acompa-
respecto, que la disposición topográfica es idónea, ya que
ñan su actividad en Spania, insisten en ello.
se sitúa en la cota más elevada del flanco septentrional del
Precisamente, uno de los documentos más va-
cerro del Molinete y, así, a más de treinta metros de altitud
liosos sobre este patricius missus a Mauricio Aug(usto)
sobre el nivel de la laguna interior que delimitaba la ciu-
contra hostes barbaros, es el epígrafe que nos recuerda
dad por el norte. Tal configuración o la fuerte inclinación
su intervención en las murallas de Carthago Spartaria.
de la pendiente en esta zona de la colina, con un abrupto
Aunque la habitual retórica de este tipo de textos nos im-
cambio de nivel, contribuyen a explicar la notable vigencia
pide discernir la verdadera envergadura de la obra edili-
del trazado. Por otra parte, también la reutilización impli-
cia que se conmemora en el 589-590, queda claro que la
caba la posibilidad de aprovechar desde los mismos para-
Administración imperial concentró sus atenciones en las
mentos y/o, al menos, su material. No en vano, se trata de
fortificaciones. No en vano, tampoco cabe esperar otra
dinámicas comunes en la poliorcética tardía, como vemos
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
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MAR MEDITERRÁNEO
Límites hipotéticos
Ciudad Altoimperial
Límites hipotéticos
Ciudad ss. iii-iv dC
Niveles de ocupación /
Materiales descontextulizados
Enterramientos aislados iii-iv dC
Necrópolis ss. v-viii dC
Carthago Spartaria entre los siglos IV y VII, con indicación de su necrópolis
oriental, zona habitada y posible trazado de su perímetro amurallado. En la cima
de la arx Hasdrubalis se señaliza el paño excavado
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en la Cartago africana o en Sucidava, por citar ejemplos
de diverso marco territorial, o igualmente, en Hispania, en
ciudades como Barcino, Legio VII, Emerita, entre otras. En
el caso concreto del escenario del conflicto grecogótico
podemos añadir además el Tolmo de Minateda, donde su
baluarte se construye en paralelo a las murallas anteriores.
En conjunto, tal reaprovechamiento es común en la edilicia tardía y, especialmente, en la de tipo militar, donde
la propia Administración la recomienda ya en el año 397
(Cod. Theod., XV, 1, 36). Cabe destacar incluso, que una de
las fuentes primordiales para la poliorcética bizantina, el
anónimo De re strategica (X, 3), datado a finales del siglo vi,
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
Planimetría de las fortificaciones de la cima de la arx
Hasdrubalis. En color marrón se indican los muros
pertenecientes a la etapa bizantina.
Archivo gráfico del Proyecto Arx Hasdrubalis
«prescribe» la utilización de piedras ya talladas cuando estas estuvieran disponibles.
Este nuevo cerco tardío de la cima de la arx Hasdrubalis
se vertebra en torno al eje longitudinal al que se acoplan
las sucesivas murallas. De oeste a este, el paño conservado,
que integra sendos muros paralelos, se dispone en una situación avanzada respecto a la muralla republicana. A continuación, se pliega hacia el sur, superponiéndose al forro
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septentrional de la fortificación romana. Al resguardo de
en la costa de la antigua Cilicia. También el relleno incluía
éste, ahora recrecido, se conforman nuevas estancias, una
un contenedor de origen ibicenco, identificado reciente-
de ellas, conectada directamente con él, y otras, trabadas a
mente como tipo RE-0103, que floruit durante la segunda
su vez con aquella. De este modo, se delinea un pequeño
mitad del siglo vi. Es necesario, igualmente, destacar un
conjunto de habitáculos dispuestos en batería, que cuen-
amplio repertorio de cerámicas de cocina de producción
tan con planta alargada, aproximadamente rectangular,
local, que, junto a restos faunísticos, nos muestra cómo, en
y anchura variable. Tal planificación, el adosamiento a la
esta zona de la muralla, junto al almacenamiento, se daría
muralla de toda una serie de compartimentos en batería,
el preparado y consumo alimenticios.
en tanto posibles casermas utilizadas como barracones
En cualquier caso, hay que ser cautos a la hora de
para la guarnición o sus pertrechos, es común en la polior-
extrapolar los datos de este tramo documentado al resto
cética tardía. Ocurre así, por ejemplo, en la fortaleza nortea-
del perímetro amurallado de la urbe. Aquí, la refacción de
fricana de Thamugadi, construida entre los años 539-540, o
la muralla romano-republicana de casernas, con el recre-
en la balcánica de Biograc, donde algunas de las estancias
cido de muros y la erección de nuevas estancias, posible-
se habilitan como cisternas para el aprovisionamiento hí-
mente ha de tenerse como una solución específica, pun-
drico, vital, sobre todo, en caso de asedio.
tual, concebida para este sector concreto de la topografía
Desde el punto de vista constructivo, la muralla ahora
de Carthago Spartaria. La situación relativamente «margi-
documentada se erige con piedras calizas, esquistos, costra
nal» de este flanco noroccidental, distante de las calzadas
de calizas y areniscas de mediano y gran tamaño, trabadas
y los accesos a la ciudad, que bordea un marjal, o su pro-
con barro, materiales y técnica que revelan cierta funcio-
tección natural por la propia pendiente de la colina, son
nalidad y modestia edilicia. Para su erección, se excavaron
condicionantes que hay que tener en cuenta, en tanto
toda una serie de trincheras destinadas a recolectar spolia.
que inducen a pensar en el posible recurso a soluciones
Tales zanjas y fosas, cumplida su función originaria, fueron
funcionales, desprovistas de la prestancia arquitectónica
normalmente obliteradas mediante el vertido de residuos.
y, de algún modo, el aparato «escenográfico» que hemos
En este sentido, precisamente es uno de estos contextos de
de presumir para tramos más céntricos en la topografía
vertido, el que amortiza un antiguo colector, uno de los que
urbana. Qué duda cabe, en este sentido, que el lienzo
ha proporcionado un lote más singular para complementar
descrito poco tendría que ver con la puerta y el paño que
la datación del cerco y conocer el carácter de la ocupación
la rodeaba, objeto de atención en 589-590 por parte del
de estas estructuras aledañas a la muralla. Así, en él desta-
patricius Comenciolus, magister militum Spaniae, donde,
ca el contenedor oriental LRA 1 / Keay LIII, en concreto una
como se nos refiere, «quisquis ardua turrium miraris cul-
de sus variantes más tardías, el tipo LRA 1B1, que se produ-
mina», en un verdadero despliegue propagandístico para
ce sobre todo a partir de un momento avanzado del siglo vi
que «sic semper Hispania tali rectore laetetur» (CIL II 3420).
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Sea como fuere, excavaciones desarrolladas en otros
no norte de África, Tripoli, Sabratha o Leptis Magna. No hay
puntos de la ciudad nos ayudan a manejar ciertas hipó-
que perder de vista tampoco que la misma Administración
tesis, si no de la materialidad, al menos sí del recorrido
imperial (CI I, 27, 2y 14) recomienda la reducción del perí-
del perímetro fortificado. Para ello ha sido determinante
metro fortificado para optimizar los esfuerzos defensivos.
la documentación de una amplia necrópolis en el sec-
En el interior de este recinto habitado, los proyec-
tor sudoriental de Carthago Spartaria, sobre un antiguo
tos de excavación, investigación y museización del Teatro
barrio altoimperial ya abandonado en el siglo ii dC. Su
Romano de Cartagena y del Cerro Molinete, nos han permi-
envergadura, con más de doscientos enterramientos,
tido obtener una abundante información sobre la ocupa-
nos muestra su necesario emplazamiento extra moenia.
ción de la ciudad en época bizantina. Por cuanto sabemos,
Aunque ya previamente la investigación había mostrado
el barrio construido sobre el antiguo edificio de espectá-
el abandono a partir del siglo ii dC de la mitad oriental
culos pudo servir para el servicio y quizá, incluso residen-
de la antigua urbe, con la consecuente retracción del área
cia de la guarnición desplegada en Carthago Spartaria.
habitada al espacio más cercano al puerto, la zona com-
Tengamos en cuenta que este barrio surge en la ladera del
prendida entre los cerros de la Concepción y Molinete, el
cerro más elevado de Cartagena, en torno al cual ha gravi-
surgimiento de esta necrópolis a partir del siglo v ratifica
tado ancestralmente la defensa de la ciudad, como mues-
tales cambios. En la misma dirección, la propia topografía
tra aún hoy día el castillo y las murallas de época medieval.
de Cartagena hace de la línea comprendida entre las ex-
Entre los diferentes hallazgos, junto a puntas de fle-
tremidades orientales de los citados cerros, dejando fue-
cha del conocido como tipo ávaro, sobresale el de una co-
ra la necrópolis del Barrio Universitario, el lugar óptimo
raza de tipo laminar, recuperada en el nivel de abandono
para su defensa. No en vano, las sucesivas fortificaciones
posterior a la destrucción identificada con la conquista de
de época moderna han seguido el mismo recorrido sin
la ciudad por parte de las tropas del rey visigodo Suintila,
apenas variaciones, circunstancia que también ha pesa-
ca. 625. El material cerámico documentado en la habita-
do en el profundo desmantelamiento de las cercas prece-
ción donde se localizó o en el conjunto de estancias del
dentes y, así, en cierta «invisibilidad» arqueológica.
que formaba parte ésta, refuerza tal fecha, que integra
En este sentido, aunque en este flanco aún no se ha
algunas de las formas más habituales de la TSA-D (Hayes
documentado la muralla, es incontestable la reducción del
99 B/C, 91 D, 100, 101, y 106), ánforas norteafricanas (Keay
perímetro fortificado, que, acoplado a la zona habitada, su-
LXI, spatheia), orientales (LRA 1/Keay LIII), ibicencas (Keay
pone que el recinto pase de cerca de cuarenta hectáreas a
LXXIX / RE-0314b) o cerámicas de cocina de producción
prácticamente la mitad. Tal proceso de contracción y con-
local, lucernas tunecinas (Atlante XA1a / Hayes IIB) o LRU
siguiente repliegue defensivo es común a otras ciudades
orientales. De hecho, es precisamente a partir de finales del
como Egitania, Conimbriga o Italica, o en el caso del cerca-
siglo vi cuando se extiende este tipo de protección de ori-
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
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Selección de lamellae de la coraza laminar
recuperada en el barrio de época bizantina
instalado sobre el teatro romano de
Cartagena. (Imagen: J. Vizcaíno)
gen oriental entre los milites romani, mas sobre todo, entre
oficiales y miembros de la caballería pesada, no ya así a la
infantería. Su configuración y ejecución, producto exclusivo de las fabricae imperiales (Nov. Iust. 85, 4), muestran las
diferencias respecto al armamento de los hostes barbaros
visigodos, recuperado en yacimientos como Sant Julià de
Ramis o Puig Rom. Este tipo de coraza militar se documenta, por lo demás, en otros lugares incluidos en el despliegue militar que conlleva la Renovatio Imperii, y que se datan
a partir de un momento avanzado del siglo vi, como Caricin
Grad, Svetinja, Jelica, o Crypta Balbi.
También reviste singular interés una pieza vítrea, un
cuerno para beber (Isings 113), cuya difusión se limita hasta
el siglo vi a la Europa centro-septentrional, con una con162 /
centración casi exclusiva en el área germánica. A partir de
estos momentos, si nos atenemos al ámbito italiano, tanto
a la zona longobarda como bizantina, parece darse, sobre
todo, en ámbitos vinculados a las élites. Todo ello abre numerosos interrogantes a su registro en el barrio del teatro
romano de Cartagena, único lugar junto a Segóbriga donde, por ahora, se documenta. El carácter del primero, donde es posible presumir cierta impronta castrense, podría
informarnos, entre otras posibilidades, sobre la presencia
de cuadros oficiales entre sus moradores.
Las recientes excavaciones en el cerro del Molinete
también han documentado otro barrio de época bizantina, con un patrón material bastante similar. En este caso,
el complejo surge en la ladera meridional de la colina,
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protegido, por tanto, por la muralla antes referida que se
sitúa en su cima. El nuevo barrio, levantado sobre las insulae aledañas al foro, revela una predominante orientación
artesanal, con instalaciones como una herrería o una alfarería, construidas mediante la compartimentación del denominado «Edificio del Atrio». Los contextos recuperados
en su interior ilustran sobre la ocupación de la ciudad durante los siglos vi y vii. Así, en el caso de la cerámica, existe
un predominio de las importaciones africanas, dinámica,
por otro lado, poco «sorpresiva», en tanto que la provincia
africana es precisamente el verdadero baluarte de la presencia bizantina en el Mediterráneo occidental.
Entre las importaciones tunecinas sobresalen los
grandes contenedores cilíndricos Keay LXI y LXII, así como
Nivel de destrucción de la habitación nº 20 del barrio de época
bizantina levantado sobre el teatro romano de Cartagena.
Archivo gráfico del Museo del Teatro Romano de Cartagena.
los spatheia, que, en virtud de su presencia constante en
los yacimientos incorporados en el marco de la Renovatio
Las ánforas, sobre todo tunecinas y, en menor medida,
Imperii justinianea, y de modo especial, en la región da-
ibicencas y orientales, aparecen aplastadas contra el sue-
nubiana y asentamientos de naturaleza militar, se han re-
lo, mostrando concomitancias con el nivel de destrucción
lacionado con el aprovisionamiento de las tropas bizan-
hallado en el barrio del teatro romano, que se identi-
tinas. Este mismo valor se atribuye a otros contenedores
fica con la toma visigoda de la ciudad por las tropas de
orientales, en algún caso documentados por primera vez
Suintila c. 625. Con ello, en la actualidad, diferentes pun-
en la ciudad, como el Samos cistern type. Se trata de de-
tos del solar urbano muestran que tales acciones destruc-
pósitos cerámicos que, considerando los fletes de aceite,
tivas no fueron episódicas, por lo que cobra más fuerza
vino y otras mercancías que debieron transportar, consti-
la posibilidad de identificarlas con el desenlace relatado
tuyen posiblemente el más claro reflejo material del res-
por las fuentes. La propia envergadura de la conquista
tablecimiento de una suerte de annona para el sosteni-
visigoda, que la deja sumida in desolationem (Isid. Hisp.,
miento de los milites romani, independientemente de su
Etym. XV, I, 67-68), así como que tras ella los indicios de
acuartelamiento en ciudades o castra.
ocupación sean muy tenues, son otros factores, junto a
Recientemente, sobre el amortizado Iseum, también
los ya enumerados, que insisten en el carácter de plaza
se ha podido documentar el nivel de abandono de un al-
fuerte de la Carthago Spartaria ocupada por las tropas
macén anfórico, datado en el primer cuarto del siglo vii.
bizantinas entre los siglos vi y vii.
Carthago Spartaria, una plaza fuerte bizantina. Jaime Vizcaíno Sánchez
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